| 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏. |
| Capítulo 1. |
General
—Lava bien los pisos, Hinata, hoy llega tu padre y quiero que todo esté listo.
—Sí, mamá. —la azabache de cabellera corta aceleró el ritmo para poder acabar pronto el primer piso, para empezar luego con el segundo.
—Sakura, Ino, ¿ya acomodaron la mesa?
—Sí, mamá, sólo falta que las criadas terminen la cena. —contestó la rubia.
—No les digas así. —regañó la pelirosa.
—¿Entonces qué son?
—Empleadas.
—Es lo mismo.
—Ya niñas, —habló la mujer de vestido verde—mejor vayan a cambiarse, su papá no tarda en llegar.
Ambas niñas corrieron a sus habitaciones.
—Ya casi es la hora y todavía falta que aquellas dos estén. —la rubia miró al reloj de salón para luego mirar a la pequeña azabache—Hinata, deja eso mejor y ve a ver si tus hermanas mayores ya están listas.
Ella asintió y fue corriendo rumbo al segundo piso.
La pequeña llegó primero a la habitación de la peliazul, la cual quedaba frente de las escaleras.
—D-Disculpe… —tocó la puerta con sus nudillos—¿Puedo pasar?...
Pero nadie le respondía. Tocó otra vez y nada, así que, conociendo la paciencia inexistente de su madre, entró a la habitación.
A Hinata le encantaba la habitación de su hermana mayor, Konan, el color azul marino reinaba, su color favorito. Sin mencionar que también tenía varios perfumes y joyas, las cuales le gustaría ponerse, pero conociendo a su hermana esto sería imposible.
—¿Qué haces aquí? —la voz de Konan la hizo sobresaltar.
—M-Mamá me mandó para que- —fue interrumpida.
—Ya estoy lista, ¿okey? —entró a la habitación y dio una mirada rápida a su tocador para luego mirar a la niña—Espero que no hayas tocado nada con tus manos, las dejarías oliendo a lejía, haciendo que apeste yo también como tú.
—S-Sí, p-perdón… —fue sujetada de los hombros.
La peliazul se agachó, quedando a su altura. —Si te vuelvo a ver dentro de mi habitación sin mi permiso, te cortaré los dedos—la miraba fijamente—, ¿entendiste?
La azabache asintió, empezaba a temblar con apenas la presencia de la Senju.
Konan la dirigió hacia la salida aún sujetándola de los hombros para cerrar la puerta.
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| Capítulo 1. Primer Golpe. |
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General
—¿Qué te pareció la cena, amor? —la rubia de ojos cafés apoyó los codos sobre la mesa y se inclinó hacia su marido, mostrando interés en su respuesta.
—Exquisita, nunca me decepcionas. —contestó el peliblanco, quien estaba sentado a la cabecera de la mesa.
—¿Cuándo volverás a la ciudad? —preguntó una rubia de ojos aguamarina.
—Me tomaré unos días para estar con ustedes, —acarició la mejilla de la pequeña azabache—hace mucho que estoy de viaje que me merezco un buen descanso, ¿y qué mejor estar rodeado de mi familia? —sonrió con orgullo.
—¿Y nos trajiste regalos? —preguntó la rubia platinada.
—Ino. —la pelirosa, su “gemela”, le dio un golpe con el pie a la pierna de su “hermana”.
—Claro que sí, están en sus habitaciones.
Rápidamente ambas niñas fueron corriendo a sus habitaciones.
—Voy a vigilarlas. —la ojiverde se levantó de la silla—Con permiso. —hizo una reverencia y abandonó el comedor.
—Hinata—llamó la atención de la menor—, recoge los platos y llévalos a lavar, por favor. —pidió la rubia.
Asintiendo, la niña como pudo recogió los platos de todos y se fue a la cocina.
—Y dime, —tomó la mano de su esposo y empezó a masajear los nudillos—¿qué quieres hacer esta noche?, ¿ir al lago a mirar las luciérnagas?, ¿mirar las estrellas desde el balcón?...
Suspiró. —Sabes, extraño montar a caballo.
—¿Y lo quisieras hacer ahora? —preguntó sin mirarlo a los ojos.
—La verdad sí, lo necesito.
—Pero es muy noche, amor, ¿no lo quisieras por la mañana?
—Iría por la propiedad, amor, recuerda que tenemos un campo para sólo nosotros, y tiene faroles, con ellos me guiaré, no te preocupes.
La Senju mayor no dijo nada, se limitó a asentir, disimuladamente le dirigió la mirada a su primera hija, la peliazul, la cual era la única que se encontraba todavía en el comedor.
—Yo me retiro. —dijo Konan—Buenas noches, padre.
—A mí también me alegra verte, Konan. —alcanzó a decir antes de que la peliazul abandonara la habitación, aunque sin ninguna contestación por parte de ella.
—Está en plena adolescencia, amor, entiéndela.
—¿Adolescencia todavía a los diecisiete? Nada que ver. Esa muchacha está malacostumbrada, deberías enderezarla, Tsunade.
—De eso yo me ocupo. —sonrió de lado, mostrando una sonrisa juguetona.
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—¿Y qué te trajo mi papá? —preguntó la pequeña de ojos azules, sosteniendo un vestido azul cielo.
—Tarada, es nuestro padre, no solo tuyo. —le respondió la ojijade, sosteniendo igualmente un vestido, pero rojo.
—Es hora de dormir, niñas. —habló Temari—Mañana es escuela y hay que madrugar.
—Pero no tengo sueño. —dijo desanimada una pelirosa.
—Yo tampoco. —siguió la rubia menor, cruzando los brazos.
—¿Ah, no? —igualmente cruzó los brazos y sonrió la ojiverde—¿Y si les cuento la historia de la dama de la luna?
—Ya me dio sueño.
—A mí también.
—Y-Yo no conozco esa historia… —la voz delicada de la pequeña Hinata hizo que voltearan a verla.
—Es cierto que no te la he contado, —la cara de sus otras dos hermanas menores notaba el fastidio, ya que esa historia se las había dicho más de una vez a ellas que ya hasta se la sabían de memoria, pero a la menor de ellas no—así que vamos a tu habitación.
Temari tomó la mano de la azabache y se dirigieron a una habitación pequeña, con una ventana que daba vista al gran patio trasero.
La rubia preparó a la menor para irse a la cama, arropándola mientras le contaba la historia.
—Era la más hermosa de sus hermanas, pero también la más tímida, sus hermanas la envidiaban por su gran belleza y talento para el baile, todas las noches salía de su casa y se subía al árbol más alto para poder apreciar la luna, quien era la única que le daba consejos y la abrazaba como una hermana mayor, era la única que le brindaba apoyo cuando más lo necesitaba y secaba sus lágrimas si se sentía sola.
Los ojos como perlas de la niña brillaban mientras su hermana mayor le relataba la historia.
—Al momento en que sus padres murieron, sintió que lo había perdido todo, y el odio de sus hermanas hacia ella creció aún más al enterarse que toda la herencia se le heredaría sólo a ella. Por lo que las hermanas decidieron acabar con su vida en plena luna llena para poder repartirse el dinero entre ellas, pero luego de esa noche, en cada luna llena, la hermana perdida las va a visitar, no dejándolas dormir por toda la semana.
—¿Y ahí acaba?
—No, pero ya es muy noche y todavía eres muy pequeña para saber el final.
—¿Mis hermanas lo saben?
—No, pero lo que no saben es que ese no es el final. —tocó con la yema del dedo la nariz de la niña—Buenas noches, Hina.
—Buenas noches, Temari. —cerró los ojos.
La rubia apagó la lampara de mesa, dejando sólo a la luz de la luna entrara a través de las cortinas de la habitación.
—¿Por qué eres tan gentil con esa mocosa? —preguntó Konan, recargada en la pared de al lado, con los brazos cruzados.
—¿Qué tiene de malo?, son sólo niñas.
—Tú nunca has sido así conmigo.
—¿Y tú alguna vez lo fuiste conmigo también? —arqueó la ceja para después dirigirse a su habitación.
—No son nada nuestro esas mocosas, no sé por qué mamá las trajo acá. —se aproximó a la habitación de la rubia.
—Si mamá las quiere como si fueran suyas hay que dejarla, no nos hacen nada de daño.
—A veces me pregunto cómo puedes ser mi hermana siendo así. —la miró con rechazo.
—Yo también lo pienso de ti. —le correspondió la mirada—Por cierto, ¿dónde está mamá?
—Fue al establo, con el viejo aquel, va a cabalgar.
—¿A esta hora?, ¿no es peligroso?
—Eso le dijo, pero ya ves cómo es ese viejo—suspiró—. Como sea, me voy a dormir. —cerró la puerta de la habitación de Temari, sin dejar que ésta dijera algo más.
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—¿Estas seguro, amor? Es muy noche ya.
—Estaré bien, amor. —dijo el peliblanco, montado ya en un caballo—Me esperarás aquí, no es nada más que una vuelta, en menos de media hora estaré aquí.
—¿Me lo prometes? —la voz de la Senju se mostraba preocupada, pero su mirada decía otra cosa.
—Te lo prometo.
Dicho eso, ordenó al caballo empezar el camino por el campo, dejando sola a su joven esposa en las puertas del establo.
—Buen viaje, Jiraiya. —sonrió para sí.
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El peliblanco ya llevaba más de la mitad del camino recorrido, pero todavía faltaba para poder dar la vuelta y regresar a casa.
La noche estaba tranquila, hacía un poco de frío, pero los que vivían por esa zona ya estaban acostumbrados.
No fue que dio un suspiro profundo cuando su caballo empezó a ponerse inquieto.
—¿Qué te pasa?, ¡no hay nadie aquí!
Era propiedad privada, ninguna persona podía venir así como así, y menos tratándose de la propiedad Lion, la familia más rica del lugar.
La duda de que fuera un animal se desvaneció cuando de la nada aparecieron como 6 tipos en caballo, uno de ellos tenía una antorcha prendida para asustar a su caballo, lo cual estaba consiguiendo.
—¡¿Qué quieren, idiotas?! —preguntó gritando, ocultando su miedo de no poder volver con su familia.
En ese momento se acordó que siempre tenía consigo un arma, una pistola, la cual dejaba que su esposa se la equipara. Pero cuando intentó buscarla se dio cuenta que no la llevaba consigo en ese momento, al parecer a su mujer se le había pasado dársela.
Al volver la vista al frente, unos ojos marrones lo miraron directamente, aquel tipo sostenía un arma que se dirigía a él.
Antes de poder hacer algo, ya había recibido el disparo en el pecho.
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Continuará…

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