| 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐. |
| Capítulo 2. |
General
—¿Pero cómo puede ser posible eso? —la Haruno mantenía una expresión de incredulidad.
—Los Senju aumentaron su nivel de empleados para trabajar más sus tierras y exportar más productos a la capital. —explicó Kenji—Así se convirtió en el mayor sustento para el pueblo.
La pelirosa volvió a sentarse en la cama, analizando todo lo recién dicho.
—Fue por eso que eligieron a Minato Senju como alcalde sin dudarlo.
—¿Y qué le pasó a nuestro rancho? —preguntó la ojijade.
El rubio miró a todos lados, dudando si decírselo o no.
—Las cosas no han ido muy bien desde que el abuelo… pues…
—¿Qué pasa? —pregunta el anciano con una sonrisa despreocupada—¿La plaga en los vegetales ha cesado con el pesticida que le puse?
El par de ojos de los jóvenes se miraron.
—Sakura, mejor hablemos en privado.
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| Capítulo 2. Primera Impresión. |
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Sakura
Kenji terminó por explicarme la situación crítica del rancho, desde que al abuelo le empezó a fallar la memoria había estado tomando decisiones bastante dudosas respecto al ganado y la siembra.
—Entonces debemos iniciar a la de ya el cambio. —dije.
—Eres muy amable por preocuparte, —Ebizo entró a la habitación—pero deberías dejar eso a Kenji.
—Pero también soy parte de la familia. —protesté.
—Sakura, no estoy negando eso, sino que, a comparación con tu primo, él ha estado por mucho más tiempo aquí, metido en los negocios, ¿ya?
Suspiré, entendía su punto, pero también yo quería ayudar.
—Está bien, pero prométanme que durante el tiempo que me quede aquí, ustedes me enseñarán todo para yo también poner de mi parte, ¿entendido?
Ambos sonrieron.
—Así será, señorita.
—Cuenta con eso, Sakura.
—Ahora, —habló Ebizo—te aconsejo que vayas a dar un paseo junto a tus amigas, así conocerán el rancho y no se sentirán en tierra extraña.
—Muy bien, hablamos luego.
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General
Durante el recorrido, la azabache se había percatado de la actitud extraña en la ojijade, pero prefirió no decir nada.
—¡Oh, Sakura! —la platinada fue corriendo hacia los establos—¿Recuerdas cuando montábamos a caballo por el pueblo?
—Sí... Eran buenos tiempos...
En ese momento algo se le cruzó por la mente a la ojiceleste.
—¿Y qué tal si lo volvemos a hacer? —propuso con una sonrisa.
—Pero dudo que Hinata sepa montar a caballo, —la volteó a ver—¿o sí?
—N-No, la verdad es que no... —posó la mano en su brazo izquierdo con nerviosismo.
—Pues nosotras te vamos a enseñar cómo, ¿verdad, frente? —volteó a ver con entusiasmo la rubia, a lo que la pelirosa no podía negarse.
Suspiró. —Sólo si Hinata está de acuerdo.
—Oh, bueno... pues yo... —volteó a ver a los caballos.
—Recuerda que en este año prometiste aprender cosas nuevas. —recordó la platinada.
—B-Bueno, lo haré.
—Entonces hagámoslo. —la Haruno fue a escoger unos caballos.
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Sakura
Llegamos al pueblo, al inicio le costó poder subirse al caballo a Hinata, pero al poco tiempo de empezar a andar pudo conseguir una postura más recta para guiar al caballo.
—¿Cómo te sientes, Hina? —le preguntó Ino—¿Así está bien el ritmo o le bajamos?
—Así está bien, no se preocupen. —mostraba una sonrisa que reflejaba estarlo disfrutando.
En el pueblo había más gente de lo que recordaba, cuando Ino y yo salíamos a jugar, las calles normalmente estaban desiertas a estas horas, la gente se movía más en las mañanas para hacer el mandado u otras cosas.
—Frente, ¿recuerdas cuando jugábamos a la rayuela?
—Oh, sí, la solíamos dibujar enfrente de la casa de... —bajé la mirada—Yoko...
—¿Quién es Yoko? —preguntó Hinata.
—Era una señora que también tenía una hija y la dejaba salir a jugar con nosotras. —explicó Ino.
—¿Y en dónde está esa casa?
Nos miramos Ino y yo.
—Lo que pasa es que... sufrió un accidente y...
—Su casa se incendió en una noche. —acabé por decir.
—¿Qué?, ¿pero cómo?...
—A la fecha todavía es un misterio, en un parpadeo ya había flamas violentas envolviendo la casa, hasta consumirla por completo. —dijo Ino.
—¿Y qué le pasó a ella y a su hija?
—Ella y su esposo no alcanzaron a escapar por salvar a su hija.
—Qué horror... —dijo Hinata con un gesto de lástima.
—Sí, fue algo horrible.
¿Qué habrá sido de Tenten?
—¡P-Pero mejor cambiemos de tema! —Ino cambió su tono a uno más alegre para que no recordáramos esos momentos—Sakura, ¿recuerdas otros juegos?
—Pues...
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—¡Quien pueda superar mi súper lanzamiento será el esclavo del otro por toda una semana!
—¿"Súper lanzamiento"? Por favor, Kiba, no te eches tantas flores.
—¿Qué pasa, Sakura?, ¿acaso estás nerviosa de ser mi esclava?
—¡Nada de eso!
—Vaya, al parecer la rubiecita está protestando.
—Mira quién dice...
—Ustedes se parecen mucho. —escuché reír al pelirrojo.
—¡Tú cállate!
—Para mí que tienen miedo. —volvió a hablar el pelirrojo.
—Hmp, es cierto, como ahora no está su otra amiga, la marimacha. —se cruzó de brazos el rubio.
¿Por qué tuvo que enfermarse Tenten ese día?
—Bueno ya, empecemos con esto. —dije con toda la seguridad del mundo.
Pero en ese momento, escuché unos pasos llegar atrás de nosotros.
—¿Jugando con niñas, Kiba?, qué asco. —rieron.
Me di la vuelta y eran...
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Mis recuerdos fueron interrumpidos por un escándalo que se produjo repentinamente.
Un caballo de la nada con un sujeto encapuchado pasó tan rápido a nuestro lado, apenas esquivando nuestros caballos, sin mirar atrás.
—¿Pero qué le pasa a ese loco? —dijo Ino molesta.
No pude decir nada más ya que escuchaba a lo lejos unos galopes que se acercaban a nosotras, volteé y otro sujeto se dirigía a nuestra dirección.
Con el látigo que traía aquel en sus manos, hizo que se enredara en una de las patas del caballo donde iba Hinata.
—¡AH! —Hinata empezaba a perder el control.
—¡Cuidado, Hinata! —Ino intentaba evitar que se cayera, mientras yo calmaba al caballo.
Pero con aquel cuero alrededor de la pata del animal y dos personas alrededor de él sólo empeoraba las cosas.
Al final, Hinata no pudo seguir sosteniéndose, cayendo.
—¡Hinata! —las dos nos bajamos y el látigo se desprendió.
—¿Te duele algo?
—Mi pierna... —apenas pudo decir.
Me volteé enojadísima hacia el otro sujeto que se había quedado a unos metros de nosotras.
—¡OYE, IMBÉCIL! ¡¿QUÉ TE PASA?! —me le fui acercando a paso firme—¡¿BUSCABAS MATARNOS O QUÉ?!
Pero no tenía respuesta.
—¡¿Ahora no respondes?!, ¡mira qué hombre eres!
Traía un sombrero y por el ángulo de la luz del sol provocaba una sombra que me impedía ver su cara por completo, pero noté cómo una sonrisa de lado se le formó.
—No sabes con quién te has metido, yo soy...
Pero mis palabras cesaron al estar a una distancia en donde podía ver más detallado su rostro debajo de ese sombrero.
Unos ojos azules que me miraban fijamente y marcas en las mejillas... No me digas que era...
—Tiempo sin vernos, Tsuchigumo.
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Continuará...

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