| 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐. |
| Capítulo 2. |
Siglo XV...
General
—Y como te decía, ser hijo de Hoshi no es nada fácil, pero tiene sus beneficios claramente.
La castaña liza apenas y estaba prestando atención a lo que el joven que tenía delante suyo decía.
Se encontraban en la plaza del pueblo en una "cita" arreglada por sus padres, pero al menos no estaba en esto sola, sus hermanas menores también estaban pasando por la misma situación con los hermanos menores de Amai, hijos de Hoshi y Akiko, los comerciantes más grandes del pueblo.
—Tienes que ir de aquí allá transportando y procurando que toda la mercancía esté en buen estado, porque sino, que te agarren confesado el cliente...
Sakura empezaba a oír vagamente las palabras del muchacho, estaba ahí en físico, pero no espiritualmente.
—Los productos... Viajes... Mi familia dice... Mis hermanos también...
«¿Cuánto tiempo habrá pasado?...» Se preguntaba, para luego ver el cielo y dependiendo de la posición del sol se daba un aproximado.
Su mirada entonces bajó de nuevo a su presente, se enfocó en su boca que no paraba de moverse y luego se fue desviando nuevamente, logrando localizar a su otra hermana, Nanna, con el hermano menor de su "cita", Genji.
«¿De qué estarán hablando? ¿Su conversación será mejor o peor de la que estoy teniendo? ¿Cómo se la estará pasando Ino?» Preguntas y preguntas se hacía para pasar el rato.
En eso se le vino el recuerdo del bosque, había pasado casi una semana de eso, ni se había vuelto a plantear regresar ahí, pero... ¿por qué no?
—¡Sakura! —Amai hizo que volviera en sí—¿Me estás escuchando?
—Sí, sí... —tragó saliva—¿Decías? —sonrió.
—Sakura, —su hermana Nanna había llegado—es hora de irnos.
—Oh, sí, tenemos que volver a casa con mamá—recogió su bolsa—, ¿Ino ya habrá llegado?
—Seguramente, vamos al muelle a ver.
—De acurdo, entonces hasta aquí llegó nuestra... —el chico esperaba que saliera la palabra cita—salida.
—¿Será pronto nuestro siguiente encuentro? —preguntó.
—Si nuestros padres se ponen de acuerdo, puede ser. —la ojijade le dedicó una breve sonrisa antes de dirigirse con su hermana—Vámonos.
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| Capítulo 2. El Camino al Infierno está plagado de Buenas Intenciones. |
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General
—¿Y cómo les fue? —preguntó la matriarca.
—¡Ni quiero hablar! —expresó la rubia—Ese tal Daichi es tan aburrido... Se la pasó todo el tiempo hablando y presumiendo de los viajes que hacían sus padres por todo el país, contando cada detalle minuciosamente, y lo peor de todo es que el recorrido fue en bote, ¡bote!, hazme el favor.
—Lo bueno que no querías hablar, eh... —burló la ojijade.
—Bueno, bueno, ¿y a ustedes? —les preguntó su madre a las demás.
—Lo mismo. —dijeron al unísono.
—Pero en tierra firme. —la menor rio por el comentario de su hermana mayor.
—Pues la charla terminó, —la mujer mayor les entregó una canasta a cada una—es hora de volver a sus labores.
Las chicas no les quedó de otra más que asentir muy a su pesar.
Antes de salir, Mako le dio una lista de tres cuartillas a Sakura.
—¿Vamos a regresar hasta la noche, verdad? —preguntó Ino.
Suspiró. —Sí...
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—Y esta es la penúltima del día. —decía la rubia.
—Qué bueno, ya casi anochece, así que si nos apuramos con el último pedido podremos regresar a casa todavía con luz. —sonrió la castaña—¿Y cuál es la siguiente puerta?
La ojijade hizo una mueca al ver el nombre.
—No me digas que es otra vez esa vieja.
—Así es, —afirmó las sospechas de su segunda hermana—la última es la señora Zuzuki.
—Esa mujer nunca me ha dado buena espina—confesó la menor de las tres—, no sé qué tiene su mirada, pero no me transmite confianza, aunque sea mayor.
—Nanna, —le habló su hermana rubia—no porque sean ancianos signifique que tengas que confiar en ellos automáticamente.
—Lo que pasa es que nuestra hermanita es muy noble todavía—abrazaba la ojijade—, ¿sabes?, deberías ser un poco más... cruel.
—¿A qué te refieres? —estaba confundida.
—Cuando vayas creciendo se te desarrollará el carácter, no te preocupes. —le guiñó un ojo.
—Bueno, mejor nos vamos callando que ya llegamos. —interrumpió la rubia, estando a unos pasos de la casa de la señora Zuzuki.
Para que esto pudiera acabar rápido, Sakura tocó directamente la puerta y esperó unos segundos a que se abriera.
—Buenas tardes, señora Zuzuki, aquí estamos siempre puntual con su pedido. —fingió una sonrisa la ojijade, igual que sus demás hermanas.
—Muy bien, niñas, las estaba esperando. —sonreía de igual manera la mujer mayor, la cual tenía la puerta a medio abrir, como siempre.
La menor sacó una bolsa con semillas, dándosela a la anciana, quien la agarró con ambas manos, teniendo entre ellas por unos momentos la mano de Nanna, este gesto se le hizo extraño, pero por su amabilidad no le dijo nada.
La anciana le entregó la cantidad prometida a pagar y las tres chicas se fueron de ahí.
—Esa mujer me incomodó un poco. —admitió Nanna.
—A mí también me incomodó un poco su actitud, ¿le vieron los ojos?, parecía que se quería comer a Nanna. —dijo con una sonrisa burlona.
—No exageres, Ino—regañó la mayor—. Mejor regresemos a casa, no tardará en ocultarse por completo el sol.
Mientras se alejaban de esa locación, Sakura volteó un poco la cabeza para ver hacia atrás, se encontró con que la señora Zuzuki estaba todavía en la puerta, viéndolas fijamente con sus grandes ojos color verde... Espera, ¿verdes?, ¿no eran negros?
Sakura parpadeó dos veces y ahora aquella mujer la estaba viendo con una gran sonrisa, una sonrisa no normal para un ser humano, cuando levantó la mano en señal de despedida, Sakura rápidamente volvió la cabeza hacia adelante para no verla más.
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—Hora de dormir. —anunció la mujer adulta de la casa—Dejen eso, yo me encargo de recoger y lavar los platos, ustedes ya váyanse a dormir.
—Pero- —fue interrumpida por la rubia.
—Bueno, mamá, lo que tu digas. —la ojiazul hizo una pequeña reverencia, la cual obligó a su hermana mayor a igual hacerlo—Duerme bien.
—Aunque sea un plato, mamá. —la menor de ellas seguía insistiendo con ayudar.
—Ya les dije que se fueran a dormir, —la mujer le quitó el plato de las manos—mañana las necesito a primera hora para seguir trabajando.
—¿Ah?... —se detuvo la rubia.
—Ya se acerca el invierno, así que, si no queremos salir en plena nieve, tendremos que aprovechar lo que nos queda del otoño, ¿entendido?
—Sí, mamá. —respondieron al unísono.
—Ahora a dormir. —mandó de nuevo, siendo obedecida.
Cuando la puerta del cuarto se cerró, la matriarca dio un suspiro de cansancio.
En cuanto bajó el rostro, uno de sus cabellos hizo lo mismo, al fijar su mirada en él vio que su color era distinto.
Plateado... era una cana, apenas a sus 35 años.
La cuenta regresiva había empezado, poco a poco ella iba a venir por ellas.
Mientras tanto en la habitación...
—Me siento un poco culpable. —expresó la menor.
—¿De qué? —preguntó la ojiazul.
—De dejar a mamá sola con la limpieza, se le veía ya cansada.
—Ella misma dijo que no tenía problema, por lo que no tienes de qué preocuparte.
—Ino tiene razón, además, tendremos que levantarnos antes del alba—dijo Sakura, acomodando su almohada—, así que a dormir.
Cuando todas sus hermanas estaban en la cama, Sakura apagó la vela y se acomodó entre las cobijas.
Al despertarse, se dio cuenta que era la última en hacerlo, las camas de sus hermanas estaban tendidas, y acordándose de lo que les había pedido su mamá la noche pasada de una se incorporó, apurándose a vestirse para salir.
Cruzó el comedor y no vio nada, ningún movimiento, pasando hacia la entrada, abrió la puerta y esperando con encontrarse la mirada molesta de su madre, pero no, nadie estaba esperándola.
No perdió más tiempo y fue al taller para seguir empacando los pedidos.
«¿Habrán salido?» Pensaba mientras hacía su trabajo, ya que el taller estaba solo completamente. «No creo, me lo hubieran dicho...»
—Disculpe... —aquella voz femenina la hizo sobresaltar—Oh, perdone, no quería asustarla...
—No se preocupe, no estaba- —la mirada de aquella mujer se clavó en la suya, sintiéndola como un impacto.
Eran un verde hermoso, como una esmeralda, brillantes y...
—No le creas.
—¿Ah? —volvió a prestarle atención—¿Cómo dijo, perdón?
—Si ella viene, no le creas, es muy mentirosa.
Sakura frunció el ceño.
—Perdone pero, no entiendo...
—El camino al infierno está plagado de buenas intenciones, ¿cierto?
Con una sonrisa Sakura empezó a sentirse mal, sentía que el aire pesaba, todo se distorsionaba, todo era tan...
Cerró los ojos y en lugar de sentir el impacto con el suelo, sintió algo blando, despertando.
Estaba en su cama, seguía de noche y sus hermanas estaban dormidas.
Lo entendió, había sido un sueño desde el inicio.
Tuvo que haberlo sabido desde un inicio al ver las camas de sus hermanas tendidas.
«El camino al infierno está plagado de buenas intenciones, ¿cierto?»
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Continuará…

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